¿Qué es el Libre Albedrío para la psicología?

El libre albedrío es la capacidad que tenemos para elegir libremente entre diferentes cursos de acciones posibles, sin que esta decisión este determinada por otros eventos como el destino, dios, eventos pasados, sociedad, cultura, entre otros.

“El ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal”. Anthony Burgess, autor del libro “La Naranja Mecánica”.

¿Somos capaces de elegir lo que queremos hacer con nuestras vidas? ¿Somos libres para hacerlo? Una de las preguntas que ha existido siempre en la psicología, y en otros campos como la filosofía; es si realmente existe lo que se conoce como “libre albedrío”. Esto es, ¿existe la posibilidad de tomar decisiones de manera completamente libre y sin impedimento alguno?       

Nuestras elecciones se sienten libres, ¿cierto? Si alguien elige ser comunicador social porque siempre tuve devoción por la escritura… fue una elección libre, ¿no? Bueno, quizá no sea del todo así.

La cuestión del libre albedrío es especialmente compleja porque representa una colisión entre dos perspectivas opuestas, pero válidas. Desde el lado puramente metafísico se plantea: si no tenemos libre albedrío, ¿por qué estamos acá? Sin embargo, desde una perspectiva científica la idea es distinta: ¿cómo es posible que algo pueda ocurrir sin haber sido la causa de algo? Si realmente podemos elegir libremente, entonces las elecciones no deben tener ninguna causa –algo que no puede ser explicado desde el modelo de la “ciencia”-.  

Dentro de la psicología, no existe un consenso sobre si realmente existe el libre albedrío. De todos modos, gran parte de los autores parecen negarse a ello. Por ejemplo: Freud y Skinner no tenían demasiado en común, pero una cosa en la que sí estaban de acuerdo es en que el comportamiento humano está determinado por influencias internas o externas a la personas. 

Freud hablaba sobre los conflictos inconscientes como causas del comportamiento; mientras que Skinner planteaba que existen contingencias ambientales. De un modo u otro; para ambos psicólogos no somos completamente libres para decidir.

¿Qué es el libre albedrío?

El “libre albedrío” es un concepto heredado de la filosofía y la teología. La idea principal es que las personas son libres para actuar de la manera que elijan, y tienen la posibilidad “de hacer otra cosa”. Se trata de un poder racional y que se ejerce con control. 

La proposición opuesta es el determinismo, que sostiene que cada acción de una persona es causada (determinada) por eventos previos.

Pensá en algo que hiciste recientemente: quizá la elección de abrir este artículo. ¿Existe la posibilidad de que hubieses hecho algo diferente? ¿O terminaste leyendo el artículo como un resultado inevitable de “fuerzas” y “presiones” que operan sobre vos, incluyendo tu situación actual, y las experiencias pasadas? Quizá sentís que tomaste la decisión de leer esto. Pero ese sentimiento podría ser una ilusión. 

El determinismo estricto creería que era inevitable que leyeras el artículo, y que no podrías haber elegido hacer otra cosa. En contraste a esto, si existiese el libre albedrío en su máxima expresión, quizá hubieses optado por hacer otra cosa.

Quizá la elección de leer este artículo fue libre. ¿Pero qué pasa si tomamos un ejemplo más complejo como el de la carrera que elegimos estudiar? ¿Es siempre una elección libre o se valoran aspectos como la salida profesional? ¿Tienen incidencia los comentarios y sugerencias que puedan tener nuestros padres o personas importantes en nuestra vida? ¿Importa nuestra historia personal? 

Para Guillermo Mattioli, psicólogo y presidente de la sección clínica del Colegio de Psicología de Catalunya; “el libre albedrío no es libre en absoluto. Es un ideal bastante megalomaníaco, que se basa en dos errores: el primero, que la consciencia es consciente de todo -y por eso puede tomar decisiones “libres”- y el segundo, que nos podemos independizar “libremente” de las circunstancias que nos determinan”. camino con dos opciones

¿Cómo tomamos las decisiones? 

Día a día tenemos que decidir sobre diversos aspectos. Desde aquellas cuestiones más “simples” como qué vamos a comer, a otras a las que debemos dedicarle mayor atención.  

Guillermo Mattioli plantea que a la hora de tomar decisiones se ponen en juego dos sistemas:  

  • El primero funciona de manera más automática, veloz e inconsciente. Está motivado por las experiencias pasadas, las creencias, los prejuicios, las expectativas, temores, deseos y emociones. Para el psicólogo, a menudo las valoramos como las “más espontáneas”, cuando en realidad de espontáneo no tienen mucho: de hecho, son las más aprendidas y automatizadas.
    Por ejemplo: Mateo decide ser abogado porque toda su familia lo es, y en cierta forma, “debe seguir con el legado”. ¿Hablamos realmente una elección libre?
  • El segundo sistema es más lento, racional y consciente. Es aquel que valora las alternativas y pone en juego también la inseguridad, ya que contempla distintos puntos de vista y es consciente que “todo pro tiene su contra”.
    Por ejemplo: Eva tiene devoción por la filosofía. Sin embargo, una vez terminado el colegio decide estudiar abogacía, porque “seguramente podrá vivir mejor de eso”. ¿Eligió realmente lo que quería? ¿Podrá ser “feliz” con su elección?

La “autoridad” y libre albedrío 

Uno de los aspectos por el que se dice que la libertad de los individuos nunca es del todo completa, tiene que ver con el entorno y las “fuerzas hegemónicas” que limitan nuestro accionar. Esta es la tesis que defiende Erich Fomm, psicoanalista y psicólogo social de gran renombre en la historia de la psicología; también autor del libro “El miedo a la libertad”.

Fromm plantea que en la historia moderna, la autoridad de la Iglesia fue reemplazada por la del Estado, la de éste por el imperativo de la conciencia; y en nuestra época, esta última ha sido sustituida por la “autoridad anónima del sentido común y la opinión pública”, como instrumentos del “conformismo”.

El psicólogo expresa que “nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío”. Desde su postura, el hombre “piensa, siente y quiere lo que él cree que los demás suponen que él debe pensar, sentir y querer”. Para el autor, en ese proceso se pierde el propio yo, que debería constituir el fundamento de todo individuo libre. Y en base a ello expresa: “Si no soy otra cosa que lo que creo que los otros suponen que yo debo ser… ¿quién soy yo realmente?”.

Biología y libre albedrío 

La cuestión del libre albedrío se ha abordado también en numerosos experimentos científicos. El más conocido es aquel llevado a cabo por el neurocientífico Ben Libet, en el año 1985. En este experimento, el profesional escaneó la actividad cerebral de distintos participantes mientras les pedía que movieran su brazo.  

Libet encontró que la actividad cerebral aumentaba incluso antes de que los participantes fueran conscientes de la decisión de mover el brazo. Para el autor, esto implica que el cerebro de alguna manera “decide” hacer el movimiento, y la persona sólo es consciente de esto luego de que la acción efectivamente se lleve a cabo.  

De acuerdo a esta tesis, el comportamiento humano estaría controlado por la neurobiología y el libre albedrío no existiría. 

Los experimentos llevados a cabo por Libet (y replicado en numerosas ocasiones), han ganado críticos y partidarios. Están también aquellos que aceptan las evidencias sobre cómo se toman las decisiones; pero niegan la idea de que la voluntad sea puramente una ilusión.

Entonces, ¿existe el libre albedrío? 

La pregunta sobre si el libre albedrío existe lleva siglos tratando de dilucidarse, y continúa vigente. Y como hemos visto, no existe una respuesta única a esta pregunta.  

Visto desde el punto de vista de la neurociencia, podríamos decir que nuestro cerebro actúa como “una máquina” para procesar información. En base a esta información, toma decisiones y actúa de la manera más rápida y eficazmente posible. Desde este punto de vista no existiría el libre albedrío, dado que nuestro cerebro tiende a automatizar todo lo que puede para ahorrar recursos.  

Pero por otra parte, el cerebro es también un órgano que tiene la capacidad para analizar y entender sus propios procesos internos; y desarrollar nuevos procesos mentales. Esto permite generar nuevas alternativas a las respuestas que ya tiene automatizadas. Desde esta mirada, el libre albedrío dependería de la capacidad que tengamos para adquirir conocimiento sobre nosotros mismos, y nuevos hábitos que permitan modificar nuestras respuestas automáticas.

 

Fuera de la cuestión biológica, es imposible negar que todas nuestras decisiones están influenciadas también por numerosos aspectos externos: nuestro entorno, nuestra historia personal, y el contexto en el cual nos desempeñamos; sólo por citar algunos ejemplos.

 

En definitiva, podríamos sostener que nuestro comportamiento está determinado por una combinación de las distintas perspectivas: muchos tienen influencia biológica o ambiental, pero esto no significa que no podamos actuar por nuestra propia voluntad; incluso si eso implica que tenemos algunas restricciones como resultado de factores que influyen en nosotros.

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