¿Juventud deprimida? Salud mental y centennials

En el artículo anterior te explicamos quiénes son los centennials y cuáles son sus características distintivas.

Ahora, nos interesa adentrarnos aún más en esta generación. Por eso, te explicamos por qué es importante prestar atención a su salud mental.

No todo lo que brilla es oro, dicen. Y así como los centennials se distinguen por características muy positivas, que pueden ser el puntapié para cuestionar y modificar el orden de algunos aspectos de la sociedad; también está la otra cara de la moneda. 

En este sentido, un estudio realizado por la Asociación Americana de Psicología reveló que los trastornos mentales aumentan en cada generación. Los que tienen mayor predominancia son la ansiedad y la depresión.

En el informe se detalla que sólo el 45% de los centennials se ven con buena o excelente salud mental; un porcentaje muy alejado de los millennials (56%), y aún más de los baby boomers (74%).  

En un principio se creyó que los resultados sólo podrían aplicarse a Estados Unidos por elementos contextuales. Sin embargo, similares estudios se llevaron a cabo en Reino Unido y España, por ejemplo, y los resultados fueron los mismos. En este último caso, se destacó que un 20% de los jóvenes habían sufrido algún trastorno depresivo antes de los 18 años. 

 

¿Por qué motivo la depresión es mayor en los centennials?

Hasta el momento, no existe una razón contundente. Sin embargo, son numerosas las voces expertas que se pronuncian sobre este fenómeno.

Para Amparo Calandin, psicóloga española, los centennials son personas “que están acostumbradas a las comodidades”; pero paradójicamente, “tener más comodidades en vez de influir positivamente a estar más felices y tranquilos, parece que está generando el efecto contrario”. En cierta manera, podría decirse que el haber tenido las cosas más fáciles que las generaciones anteriores, ha hecho que los centennials estén menos preparados para enfrentar los problemas.

Como consecuencia de esto, los jóvenes son menos tolerantes a la frustración y se conforman menos que las generaciones anteriores. Esto implica una mayor posibilidad de insatisfacción en la vida, lo que conlleva el riesgo de aumentar el número de casos de trastornos emocionales y depresivos. 

 

¿Necesidades o deseo?

Para complementar las palabras de Amparo Calandin, podemos valernos de un principio básico del psicoanálisis: Necesidad + Deseo -> Demanda. 

¿Qué significa esto?

  • La necesidad es algo biológico e instintivo (comer, dormir), que desaparece una vez que está satisfecho.
  • El deseo es algo psíquico, y tiene como objetivo la obtención del placer. Si el deseo no se satisface, quizá no morimos pero sí nos puede causar malestar psíquico.
  • Necesidad y deseo van de la mano: cuando uno come, lo hace guiado tanto por necesidad como deseo, a tal punto que es difícil distinguir los límites de uno y otro. 
  • La demanda es el uso que una persona hace del lenguaje para dirigirse a un “Otro”, buscando el reconocimiento de su deseo. Pero hay algo que siempre se pierde: el Otro nunca nos entiende del todo, nuestro deseo nunca es completamente llenado, y nunca llegamos a conquistar el deseo del Otro. Por ende, algo siempre queda insatisfecho: eso nos mantiene sanos y vivos. Un deseo insatisfecho en su justa medida nos permite seguir teniendo ganas de hacer cosas y relacionarnos con los demás.

De este modo, puede decirse que la necesidad y el deseo son los dos motores de la vida. En la Generación Z no existen grandes necesidades ni carencias: gran parte de la población centennial tiene acceso a alimentos, vivienda, y demás cuestiones consideradas básicas.

Sin embargo, en la actualidad el eje de lo “necesario” parece estar corrido. Ahora lo importante es tener un celular nuevo, la mejor computadora, las últimas zapatillas, etc. Todo ello otorga cierto “prestigio” y estatus.

Quizá el verdadero problema radica en que al haberse movido el eje de la “necesidad”, todo es demasiado existista. De este modo, el deseo no es estimulado correctamente (o al menos, no en la dirección correcta). En consecuencia, la demanda queda en muchas ocasiones insatisfecha. Y en definitiva, este factor puede favorecer el desarrollo de problemas de salud mental.

El peligro de las redes sociales

Por otra parte, el hecho de que los centennials sean nativos digitales, a veces puede jugar en contra. 

Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad de San Diego (Estados Unidos); es la autora de un libro que recopila resultados de encuestas y entrevistas realizada a más de 11 millones de jóvenes norteamericanos. 

Para ella, pasar tantas horas al frente de las pantallas genera grandes riesgos para la salud mental. En este sentido, afirma que “hay potenciales efectos en el desarrollo de sus habilidades sociales dado que pasan menos tiempo con otros en persona y -algo que está comprobado por varios estudios- es que no están desarrollando las habilidades de lectura y la escritura que necesitan”. 

En sus investigaciones la autora observó tasas de soledad, depresión y ansiedad que nunca antes se habían visto.

Para Twenge, este fenómeno está directamente vinculado a que pasan más tiempo usando pantallas. “Tiene que ver con las cosas que dejan de hacer por estar conectados, más que por los efectos directos de estar conectados”. Es decir, pasar menos tiempo con otras personas, o dejar de lado ciertos hábitos saludables como los deportes.

Pero a su vez, las redes sociales juegan otro papel, al ser en ocasiones un intensificador de los problemas. Numerosos jóvenes basan la satisfacción en su vida de acuerdo al número de likes o popularidad que tienen. Esto, definitivamente, repercute en el autoestima y en sus emociones.

¿Qué podemos hacer? 

En primer lugar, es fundamental que tanto los jóvenes como los adultos comiencen a trabajar la inteligencia emocional. De acuerdo a la psicóloga Amparo Calandin, esto implica fomentar la aceptación personal: “aceptar que no siempre podemos tener lo que queremos o lo que hemos pensado que íbamos a tener, y que a veces ni es necesario”.

A su vez, es fundamental aprender a desconectarse: pasar tiempo fuera de casa, de la oficina o de la escuela (en el caso de los adolescentes). Cuando persona se encierra en la rutina, puede terminar sintiendo un gran cansancio a nivel mental. Incluso, llegar a sentir que su vida no genera ninguna gratificación.

Por todo ello es importante salir y hacer actividades que generen placer. Actividades que nos permitan descargar el estrés, y que nos hagan sentir bien. Desde hacer un deporte, aprender algún instrumento, hasta salir con los amigos. Cualquier excusa es buena siempre que implique liberarse un tanto de la rutina.

Por último, es importante trabajar desde la propia concepción que tenemos sobre nosotros. A menudo, solemos percibirnos a nosotros mismos y a todo lo que tenemos y nos rodea, de manera negativa. Por ello, es importante plantarse en la vida de manera positiva, y agradecer por lo que tenemos. Después de todo, la vida es más que compararse con lo que los demás muestran en su perfil de Instagram. 

 

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